Acerca de mí

Escribir me ha ayudado a madurar como persona. Las fotografías que ponemos en los retratos o guardamos con tanto cariño en un álbum, muestran cómo somos las personas por fuera, la escritura va más lejos, además de ser capaz de describir la apariencia exterior, muestra lo más importante, como somos y estamos por dentro.

Mi carrera de escritor se puede decir que comenzó a los dieciocho años, mientras cumplía el servicio militar. En los ratos libres me dio por empezar un diario, al que desde entonces sigo dedicándole un tiempo. Me emociona leer ahora lo que hacía entonces. Años después y, en un contexto y un entorno muy diferente, en medio de un hermoso paisaje, en un pinar mío situado al lado de una pradera con una laguna y terrenos de cultivo a la orilla, hice una pequeña caseta en la que monté un discreto despacho donde me pasaba la mayor parte de las mañanas -el resto del tiempo lo dedicaba a mi trabajo- entretenido con la escritura y la lectura. Fue aquí donde cogí la afición a escribir, entonces pequeñas reflexiones sobre frases que sacaba de los libros que leía y que tanto me llamaban la atención por el mensaje que transmitían. Son reflexiones personales sobre la persona y la sociedad del momento: defectos y virtudes de la sociedad que me ha tocado vivir. Reflexionar es bueno, pero si además, lo que piensas lo pones por escrito, ayuda a conocerte mejor y a progrresar como persona. Con el tiempo he recopilado todas esas reflexiones y he hecho con ellas un libro de ensayo. Pero el paso decisivo a la escritura lo di unos años después, a base de superar algunos complejos que hasta ahora me lo habían impedído, y conseguí por fin concienciarme de que, eso que tanto admiraba, un libro, podía escribirle yo también. Dice un proverbio chino que «la más larga caminata se empieza con un primer paso», y la vida me ha demostrado que es una gran verdad. Desde muy joven he sido un buen aficionado a la lectura y, ya desde entonces me empezó a picar el gusanillo de crear yo mismo eso que tanto admiraba, esas novelas que leía de otros autores y que tanto me emcionaban. Años después, perdido en esa pequeña cabaña, con un bolígrafo y unos folios fue donde por fin comencé a redactar mi primera novela. Después me puse más al día y compré un pequeño ordenador portátil, pero como en la cabaña no tenía ni luz ni teléfono, para cargar la batería tuve que acoplarle al mechero del coche; y el coche se convirtió en mi nuevo escritorio ambulante, y como una especie de escritor vagaabundo, recorría toda clase de lugares y paisajes para escribir. Aquellos tiempos fueron apasionantes, iba donde quería a leer por las mañanas y a escribir por las tardes. Y lo más importante de todo, es que según iba escribiendo, había momentos en los que eso que escribía me emocionaba tanto, que sentía la impresión de que podía conseguirlo; hoy ya voy por la séptima novela.