*Humildad y buena predisposición

Una de las cosas que más me agrada haber hecho en esta vida, es la de escribir un diario desde una edad temprana, es tanto lo que creo que me ha aportado. Repasando ahora, concretamente hechos ocurridos hace treinta años, me doy cuenta de cómo era entonces y, además de los aciertos y fallos que pude haber cometido; más destacaría los defectos y virtudes que tenía y aún tengo. Hay una virtud, y no quiero decir que entonces la tuviera, pues si no la tengo ahora, difícilmente la tendría entonces, me refiero a la humildad. No será la reina de las virtudes, pero si no existe esta, no existe ninguna otra. No es la primera vez que me intereso por esto, recuerdo que ya hace tiempo quise saber el significado y lo que representaba esta palabra, y creo recordar que S. Francisco de Sales decía lo siguiente: «la humildad es una virtud que consiste en ocultar la muy alta opinión que tenemos de nosotros mismos y la muy baja de los demás». Dicho de otra forma, en dejar de alabarnos a nosotros y criticar a los demás; o también se podía decir que la humildad es lo contrario de la vanidad y la murmuración. Me he puesto a escribir sobre esto, porque como he dicho, al leer lo que me ocurrió hace treinta años, narraba una discusión que tuve con uno de mis mejores amigos y, según decía, parece ser que era culpa mía. Lo de la culpa en este momento es lo menos importante, pues, aunque no fuera mía, si hubiera sido humilde, me hubiera callado solo por el mero hecho de no molestar a mi compañero. Leí también, no recuerdo cuándo ni dónde, que la mayor riqueza de una persona es poseer un buen carácter, aunque difícilmente se puede conseguir si no se tiene humildad. Amigos míos, pongamos empeño en cultivar la humildad, sin lugar a duda, ella va a marcar el grado de felicidad que conseguiremos en esta vida. Recuerdo un relato que me llamó tanto la atención, que hasta me lo aprendí de memoria y honestamente he de decir, que me ha hecho, si no humilde, pues es mucho lo que aún me falta, sí a ser menos vanidoso. Es el siguiente:
La humildad para con el prójimo.
Hemos de procurar ante todo, no tener aspiraciones desordenadas de honores o estimación, ni de todo lo que es grandeza human. Y no sólo esto, sino que hemos de reconocer con gusto la superioridad de los demás, sin pretender ser más ni sobresalir; conformándonos con estar menos atendidos; sino, entra la envidia que tanto daño hace a la vida espiritual.
Hemos de vencer nuestra tendencia a gobernar y enseñar a los demás a querer que se siga nuestro criterio; al contrario, procura ser dócil en que te guíen y aconsejen, y hasta si es menester, te amonesten y reprendan; por aquí va el humilde de corazón. Sta. Margarita de Alacoque
Dicho esto, quiero hacer hincapié en otra buena facultad que tanto nos va a ayudar a mejorar nuestra relación con nuestro entorno, y también con nosotros mismos. Me estoy refiriendo a la buena predisposición. Por poner un ejemplo, en la vida de pareja, lo mismo el marido que la mujer, cuando llegan a casa con una buen talante, no es extraño que haya un clima agradable en ese hogar. Sin embargo, si uno de ellos está enfadado y, en lugar de controlar ese mal estado interior, trata de descargar ese enfado sobre su pareja, que duda cabe que ese hogar será un lugar de difícil convivencia. Y no quiero referirme solo a una relación de pareja, la buena predisposición es esencial en todo tipo de relación, tanto de pareja, como de amistad, de trabajo, etc.
Merece la pena esforzarnos y hacer de ellas, tanto de la humildad como la buena predisposición, un hábito que nos llevará a ser feliz. Ya sé que con ser solo buena persona no come el cuerpo, pero sí el corazón y eso quiere decir que ya tendremos recorridas las tres cuartas partes del camino hacia la felicidad. «No hay mayor ciego que el que no quiere ver», ni persona más desgraciada que el que se empeña en no ser feliz ¿Por qué digo esto? Todos sabemos, de una forma más o menos clara, lo que hay que hacer para ser feliz: dejar de pensar solo en nosotros y preocuparnos también por los demás; dicho de otra forma, compartir. Y la vida me ha demostrado como cuando tenemos mucho, cuanto más tenemos más egoístas nos volvemos; y, lo que es peor, utilizamos eso que nos sobra en perjuicio nuestro: comilonas, borracheras, lujos o frivolidades. Pongo por ejemplo este caso: hace poco se murió una persona y en su entierro contaron que tenía cinco mil sombreros. Llega un momento que perdemos el buen rumbo y, en vez de intentar ser felices, nos obcecamos con llegar a alcanzar un éxito que cuando lo conseguimos, nos damos cuenta que en vez de ayudarnos, este nos lleva a perder por el camino lo más importante: la familia, las amistades, etc.Humildad y buena predisposición